Dice EDUARDO GALEANO que «la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces ¿para que sirve la utopía? Para eso. Sirve para caminar». Los cooperativistas, los verdaderos cooperativistas, los que saben del esfuerzo histórico practicado por quienes fundaron el movimiento y luego lo aplicaron en muchas áreas de la vida, desde la salud a la economía, esos que son muchos pero también mucho menos que los que los registros oficiales empadronan, fueron, son, verdaderos utopistas.
Para ser cooperativista se necesita tener un algo de Jawāharlāl Nehru, hombre casi olvidado de los registros de la Historia -al menos de la que se enseña en Argentina- . Una pena, especialmente en estos momentos en que las creencias tradicionales son atacadas por todas partes y desde varios frentes y en que cada fase de la vida está en un estado de revolución. Fue un gran ciudadano del mundo. Fue líder en un país que lidera al mundo al menos en cantidad de personas que lo habitan. India es un gran país. Fue quien propuso en la Asamblea General de las Naciones Unidas que 1965 fuera proclamado el Año de la Cooperación Internacional. Esta propuesta se ha valorado como manifestación de la idea de que los individuos y las Naciones tienen más intereses comunes que opuestos; de que hay en el mundo más influencias de unidad que divisorias; más fuerzas constructivas que destructivas. Fue un triunfo de la idea cooperativa de la unidad en la diversidad.
Es que la cooperación es un sistema filosófico, político y económico que abarca a todo el mundo. Puede ser aplicada a todos los aspectos de la vida y que aplicada en forma comprensiva , puede solucionar los grandes problemas de la humanidad: económicos y políticos, individuales y colectivos , nacionales e internacionales.
El cooperativismo produjo un gran impacto en nuestras instituciones básicas, cuya filosofía elemental y su experiencia podrían cambiar al mundo -y de hecho parte lo ha cambiado aunque hoy estén esos cambios en retroceso- , mejorándolo.
He trabajado casi un cuarto de siglo como educador free lance de dos grandes entes del movimiento cooperativo argentino. Que no por casualidades, ambos, nacieron en Rosario en las primeras décadas del S XX y se han proyectado con soberbia dimensión en el mundo capitalista y estatista teniendo un impresionante feed back que ha logrado el mejoramiento empresarial de «la cooperativa emprendimiento utópico» y el mejoramiento social de la «cooperativa empresa» inmersa en el mercado. Porque no es menester caer en los extremos. Aprovechar de ambos modelos o sistemas, enriquece.
«He recorrido el imperio», decía un amigo que en la culminación de su carrera avizoraba, desde la altura gerencial el funcionamiento en lo social de una de ellas. Recorrer el imperio significaba transitar las mas de 240 cooperativas agropecuarias que poblaban el país desde Misiones a Santa Cruz y desde San Juan hasta el río Uruguay las que, a su vez, formaban una estructura piramidal que hoy posee uno de los puertos exportadores más importantes del país y que es la empresa agroexportadora de mayores capitales nacionales. A su vez, esas cooperativas eran el entramado asegurador que corría en paralelo y que habiendo nacido como sociedad anónima por exigencias legales de los años treinta, pasaba a ser una de las empresas más sólidas en ese rubro y se proyectaba a ser una de las más importantes de América Latina.
En ese imperio recorrido he podido conversar con gentes de distintos orígenes que fundaron o adhirieron a la concepción filosófica del cooperativismo: judíos de Basavilbaso o de Moisesville; menonitas de Guatraché, adventistas de Crespo o de Ramírez; católicos fervorosos de la pampa gringa o el norte de Santa Fe, laicos en cualquier punto de la República, mujeres y hombres de distintas edades: los que daban vuelta su cabeza hacia atrás viendo el surco sembrado y crecido y jóvenes entusiastas que se capacitaban aceleradamente para tomar la posta que dejaban sus ancestros y tenían la insaciable sed de crecer mediante el conocimiento y la tecnología que empezaba a asomarse como punto de sustentación de lo que sería la denominada «revolución verde» de los años setenta.
Todos se sentían unidos por un mismo espíritu cooperativo, por las mismas ideas, iguales ideales, los mismos intereses, las mismas inclinaciones. Representaban algo así como la imagen soñada a pequeña escala del mundo del futuro. Un mundo de buena voluntad, de entendimiento mutuo, de ayuda a los demás, sin discriminaciones, sin odios.
Tiempos pasaron y la suave brisa que arrastraba esa imagen mundana que se veía con la perspectiva de una transformación bastante profunda e inteligente del hombre, se fue transformando en huracanados vientos que terminó con cierta rapidez el justo sueño de tiempos mejores. No solo cambió el mundo en cuyas dimensiones el movimiento cooperativo había crecido sino cambiaron los timoneles de esos barcos que no se los veía realizando el pilotaje adecuado a las nuevas épocas que había que afrontar. Ni tampoco la enjundia de los otrora pilotos que condujeron en mares procelosos esas colosales embarcaciones que se llamaron cooperativas y que habían efectivamente modificado, sobre todo en Argentina, el encuadramiento de la actividad económica.
No es cierto que el cooperativismo sirva para emprendimientos pequeños y no para entidades de gran envergadura. Con esa tesitura la Asociación de Cooperativas Argentinas no podría existir y es esa empresa que referencié como la más importante empresa agroexportadora de la República. Pero tampoco es cierto que las cooperativas están destinadas a sacar de la pobreza a los que nada tienen e inventar cooperativas -generalmente de trabajo- que con dolor, decimos, ha servido más a intereses espurios de una dirigencia corrupta que a los intereses de los propios asociados que nunca se sintieron protagonistas de su propio destino. A sabiendas, instaban a su formación aunque fueran digitadas desde centros de poder que jamás construyeron sino a través del subsidio cuando no del delito. Hoy se ha degradado la obra de aquellos celebres pioneros de Rochdale, grupo de trabajadores de las fábricas de Lancanshire, Inglaterra, quienes habiendo quedado sin empleo después de una huelga que adelantaron en 1843 para exigir mejores salarios, organizaron un grupo con el fin de desarrollar un almacén cooperativo de consumo.
Esfuerzo propio y ayuda mutua. Son los parámetros para fundar una cooperativa en cualquier actividad que se piense practicar y la necesaria participación de los asociados en el devenir de la entidad. El éxito o el fracaso no dependen de la dimensión de la entidad sino de la idoneidad del manejo de la misma que se refleja en la calidad de la práctica y la influencia de múltiples circunstancias internas y externas.
Nada más… tampoco nada menos.