I.- LA TENSA ESPERA
Poco más de dos meses quedan para que, eventualmente, la democracia retorne a Venezuela. El domingo 28 de julio las elecciones presidenciales en aquel país destruido de una quimera puede transformarse en una realidad. El resultado de las elecciones presidenciales de Venezuela, será trascendental para el futuro de la democracia del país, así como para los más de siete millones de venezolanos que han abandonado el país y han contribuido a un aumento migratorio en Estados Unidos y en países de América del Sur.
Durante los últimos 25 años, el gobierno de Venezuela ha estado controlado por el chavismo, el movimiento «socialista S XXI» que comenzó con la elección democrática de Hugo Chávez en 1998 y que desde entonces se ha vuelto más autoritario. Cuando Chávez murió en 2013, su protegido Nicolás Maduro ganó la presidencia por un margen estrecho.
II ¿ EL PRINCIPIO DEL FIN?
La dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela, un régimen que ha endurecido su control sobre el país desde 2017, parece estar acercándose a un punto crítico. En un sorprendente giro de los acontecimientos, Maduro ha permitido que la oposición presente un candidato en las elecciones presidenciales programadas para julio de 2024. Este cambio marca un momento histórico que podría señalar el final de una era de opresión y crisis económica. Este ensayo explorará las posibles razones detrás de esta decisión, el contexto histórico que llevó a Venezuela a su estado actual y las implicaciones de un posible cambio de gobierno.
La situación política y económica en Venezuela ha sido desastrosa en los últimos años. A pesar de poseer las mayores reservas de petróleo del mundo, el país ha sido gobernado de manera que ha llevado a una profunda crisis económica y social. Desde 2017, cuando Venezuela abandonó cualquier apariencia de democracia, el régimen de Maduro ha consolidado su poder a través de la creación de un parlamento paralelo, la Asamblea Constituyente, que anuló al parlamento elegido democráticamente y estuvo compuesto casi en su totalidad por miembros del partido gobernante.
La reciente apertura para que la oposición presente un candidato en las elecciones presidenciales podría parecer un acto de democratización, pero es necesario analizar las posibles motivaciones detrás de esta decisión. Edmundo González Urrutia, el candidato de la plataforma unitaria de la oposición, ha ganado popularidad y según las encuestas, tiene una intención de voto que oscila entre el 45% y el 50%, mientras que Maduro se encuentra entre el 18% y el 34%. Estas son las primeras elecciones venezolanas en más de una década en las que un candidato de la oposición tiene una posibilidad razonable —aunque escasa e improbable— de ganar.
Pareciera una contradicción que con semejante diferencia que dan las encuestas las posibilidades de González Urrutia sean escasas o improbables. Ya está claro que las elecciones no serán totalmente libres ni justas. Maduro, de 61 años, controla el poder legislativo, el ejército, la policía, el sistema judicial, el consejo electoral nacional, el presupuesto del país y gran parte de los medios de comunicación, por no mencionar los violentos grupos paramilitares llamados colectivos.
El gobierno de Maduro ha detenido y encarcelado a 10 miembros de la oposición desde enero. Técnica utilizada por los dictadores de turno, (léase Ortega en Nicaragua). Otros cinco tienen órdenes de arresto y se esconden en la embajada de Argentina en Caracas, la capital de Venezuela.
III: EL FIN DEL PRINCIPIO
El fin de la dictadura de Maduro podría estar a la vista, pero sigue siendo incierto. La apertura para que la oposición participe en las elecciones es un paso positivo, pero no garantiza una transición pacífica y democrática. La comunidad internacional y el pueblo venezolano deben permanecer vigilantes y exigir transparencia y justicia en el proceso electoral.
El contexto histórico y la actual crisis económica en Venezuela subrayan la urgencia de un cambio. La corrupción, la represión y la mala gestión han llevado al país a una situación desesperada. La posibilidad de una nueva administración liderada por Edmundo González Urrutia, respaldada por una amplia base de apoyo popular, ofrece una esperanza renovada para el futuro de Venezuela.