En una época donde las pantallas están presentes en casi todos los rincones del hogar —desde el living hasta el cochecito—, el verdadero desafío no es evitarlas por completo, sino aprender a usarlas de forma consciente y adecuada. Especialmente durante la primera infancia, una etapa clave para el desarrollo del lenguaje, la atención y la motricidad.
“La tecnología puede ser una gran aliada si está al servicio de una propuesta pedagógica y no como reemplazo del vínculo humano”, señala Ángel Elgier, investigador del CONICET y doctor en Psicología, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM. Según él, el problema no es la pantalla en sí, sino su uso pasivo, excesivo o fuera de contexto.
¿Pantallas en bebés? Depende
El equipo de Elgier estudió el uso de la tecnología en niñas y niños de entre 0 y 36 meses. La conclusión fue clara: el impacto no es necesariamente negativo si el consumo es acompañado por un adulto que comenta, señala, pregunta e interactúa. En ese contexto, puede favorecer el desarrollo del lenguaje, la atención conjunta y hasta la alfabetización temprana.
El riesgo aparece cuando las pantallas se transforman en “niñeras digitales”, es decir, cuando se las utiliza como entretenimiento constante, sin interacción ni control. En esos casos, los efectos son preocupantes: menor desarrollo del lenguaje expresivo, dificultades para sostener la atención y una notable reducción del juego libre.
Y eso no es un detalle menor. El juego libre —ese que parece caótico, pero que es profundamente formador— es esencial. Jugar a que una piedra es un auto no es solo un pasatiempo: es una forma de imaginar, narrar y construir pensamiento simbólico. Algo que ninguna app o video puede reemplazar.
Desigualdad digital: cuando el problema es más profundo
En contextos de mayor vulnerabilidad, los efectos del uso inadecuado de pantallas se profundizan. Muchas veces, la televisión permanece encendida todo el día, sin que haya un adulto presente que interactúe con el contenido. Esa estimulación fragmentada interfiere con el desarrollo del lenguaje y la atención.
Durante la pandemia, esta situación se agravó. Muchos niños y niñas atravesaron sus primeros años con escasa interacción con otros chicos o adultos disponibles. “Algunos necesitaban que les enseñaran a imaginar”, recuerda Elgier. Una frase tan potente como preocupante.
Cinco claves para un uso saludable de pantallas en la infancia
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Presencia adulta: Mirar juntos, comentar, hacer del video un disparador para aprender.
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Contenido de calidad: Elegir programas con buen lenguaje, personajes positivos y estímulos creativos.
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Rutinas claras: Evitar pantallas durante las comidas, antes de dormir o como única solución frente al aburrimiento.
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Juego y movimiento: Las pantallas no reemplazan correr, explorar ni inventar. El cuerpo también educa.
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Ejemplo adulto: Si estamos todo el día con el celular, el mensaje ya está dado. Se enseña con el ejemplo.