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lunes, septiembre 15, 2025
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    Argentina contra el varón: la traición cultural que destruye la salud mental masculina.

     

    En Argentina se repite un libreto perverso: el varón es señalado, acusado y marginado mientras su sufrimiento se oculta bajo el ruido del relato feminista. La narrativa oficial habla de “igualdad” y “derechos conquistados”, pero en paralelo la salud mental de los hombres atraviesa una de las peores crisis de nuestra historia. El Estado, los medios y gran parte de la sociedad callan.

    Los números que nadie quiere discutir:

    Suicidios: según el Ministerio de Salud de la Nación, casi el 80% de las muertes por suicidio en Argentina corresponden a varones. La tasa masculina triplica la femenina.

    Divorcios y rupturas: estadísticas del Poder Judicial muestran que siete de cada diez demandas de divorcio son iniciadas por mujeres. El varón suele quedar desplazado de la vida familiar, con una carga emocional y económica que dispara cuadros de ansiedad y depresión.

    Custodia de hijos: más del 85% de las custodias plenas son otorgadas a la madre. El padre queda reducido a “visitas”, condenado a ver a sus hijos apenas algunos días al mes. Esa exclusión afecta no solo a los hombres, sino también al desarrollo emocional de los chicos.

    Denuncias y estigmatización: en los últimos años, con la expansión de políticas de “violencia de género”, se ha instalado un clima de sospecha permanente sobre el hombre. Aunque las denuncias falsas son estadísticamente bajas, los varones acusados sufren una condena social inmediata y, muchas veces, irreversible.

    Violencia ejercida por mujeres contra hombres: los datos oficiales son casi inexistentes, lo que de por sí muestra un sesgo preocupante. Sin embargo, la Encuesta de Victimización 2022 (INDEC) reveló que el 21% de los hombres declaró haber sufrido violencia psicológica por parte de su pareja en algún momento de su vida, y el 7% violencia física. Además, estudios de la Universidad de La Plata señalan que en el 32% de los casos de violencia en la pareja hubo agresión femenina hacia el hombre, aunque la mayoría de esos episodios nunca llegan a denunciarse por miedo al ridículo o la indiferencia judicial.

    El daño en lo individual:

    En el consultorio psicológico argentino se multiplican los casos de hombres quebrados por dinámicas relacionales desequilibradas. La manipulación emocional, el desprecio afectivo y el doble estándar —se les exige sostener económicamente y a la vez se los acusa de “machistas”— generan un círculo vicioso de frustración, soledad y violencia contra sí mismos.

    El daño en lo social:

    El clima cultural es aún más corrosivo. En la Argentina contemporánea, ser varón es casi sinónimo de ser sospechoso. Los medios, alimentados por el progresismo militante, han instalado la idea de que la masculinidad es peligrosa en sí misma. La consecuencia es una generación de hombres inhibidos, avergonzados de serlo y abandonados por un Estado que sólo destina recursos a un relato unilateral.

    Una verdad incómoda:

    La Argentina atraviesa una crisis silenciosa: los hombres están siendo destruidos psicológicamente. No por azar, sino por un modelo cultural y jurídico que los margina sistemáticamente. Reconocer este hecho no es misoginia, es justicia. Porque el país no se construye excluyendo a la mitad de su población, ni negando su dolor.
    Es hora de que la sociedad argentina entienda que los hombres también sufren, y que gran parte de ese sufrimiento nace de dinámicas donde las mujeres, en lo privado y en lo social, tienen responsabilidad directa.

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