Lo que hoy se presenta como “nueva constitución” en Santa Fe no es una actualización jurídica ni un gesto de modernidad. Es una mutilación cultural deliberada. La élite política, siempre dispuesta a inclinarse ante las modas globales, ha decidido borrar del texto fundamental de la provincia la referencia al culto católico, corazón espiritual de nuestra historia.
No nos engañemos: esto no es neutralidad, es hostilidad. Neutralidad sería reconocer la diversidad religiosa sin negar lo evidente, que Santa Fe nació, creció y se sostuvo bajo el signo de la fe católica. Hostilidad es arrancar ese símbolo y pretender que no importa. Es legislar como si la tradición fuera basura incómoda que debe ocultarse.
La democracia liberal, que se jacta de defender la pluralidad, en realidad fabrica un desierto cultural. Y en ese desierto, lo único que prospera es el poder anónimo de burócratas y tecnócratas. ¿Qué queda de la comunidad cuando se despoja al pueblo de sus referencias sagradas? Queda una masa sin destino, fácil de gobernar y de manipular, sin raíces ni resistencia.
Los redactores de esta constitución se presentan como valientes reformistas. En realidad, son cobardes. Les temen a los símbolos, les incomoda lo trascendente, se avergüenzan de lo heredado. En su servilismo cultural frente a las tendencias extranjeras, condenan a Santa Fe a convertirse en una provincia dócil, maleable y sin identidad.
Una constitución que no defiende la fe católica es una constitución sin alma. Una ley que desconoce la tradición es una ley muerta antes de nacer. Lo que intentan vendernos como progreso no es más que claudicación: la claudicación de la historia, de la cultura y de la dignidad de un pueblo que supo ser fuerte porque supo creer.
El pueblo santafesino no necesita un texto frío y abstracto, necesita un pacto vivo con sus raíces. Sacar a Dios del centro de nuestra constitución es el inicio de un proceso de demolición cultural. Y la demolición de una cultura es siempre la antesala de su sometimiento.
Este atentado a nuestra cultura debería ser tomado por nuestra sociedad como la maxima provocación a nuestra herencia y tomar acción. De lo contrario el colonialismo apátrida promulgado por los dirigentes de nuestro suelo arrasara con todo lo que alguna vez fuimos.