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sábado, octubre 18, 2025
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    17 de octubre: el día de la lealtad traicionada

    En la liturgia política argentina, el 17 de octubre se alza como una fecha sagrada. Se la llama el Día de la Lealtad, y en las plazas aún resuena el eco de una masa que gritaba “¡Perón, Perón!” creyendo haber encontrado al salvador. Pero detrás de los estandartes y los bombos, esa lealtad que se exalta como virtud nacional fue, en realidad, una cadena que ató al pueblo a un liderazgo contradictorio y a un movimiento que, desde sus orígenes, se alimentó tanto del fervor como de la traición.

    Perón se presentaba como el conductor del pueblo, el padre protector, el mediador entre el capital y el trabajo. Pero su discurso variaba según el auditorio y el viento político del momento. En 1945 arengaba a los obreros a defender “la justicia social”, y en 1955, cuando la Iglesia se le volvió en contra, no dudó en mandar a prender fuego templos. Había jurado lealtad al Ejército, pero conspiró contra sus propios camaradas para encumbrarse. Hablaba de soberanía nacional, pero entregó la economía al intervencionismo estatal que terminó devorando la productividad argentina.

    Ni en lo personal fue ejemplo de fidelidad. Eva Duarte fue su instrumento más eficaz de propaganda, la mujer que encarnó el mito de la justicia social; sin embargo, cuando Evita agonizaba, Perón ya tejía alianzas con quienes la despreciaban. Y cuando Isabel tomó su lugar, no lo hizo por amor ni por destino político, sino por conveniencia: era la figura dócil que podía mantener el poder mientras él envejecía en el exilio dorado.

    El peronismo, desde entonces, se convirtió en una religión sin dogma y con demasiados sumos sacerdotes. Cada facción gritó “lealtad” mientras traicionaba a la otra: la derecha sindical que aplaudía fusilamientos en los 70, la izquierda montonera que lo llamó “traidor viejo” antes de colgar su retrato junto al Che, los gobernadores que hoy juran fidelidad al “modelo” mientras negocian con quien sea por un punto más de coparticipación. Nadie ha sido más infiel a Perón que los propios peronistas, y nadie más infiel a la Patria que el propio Perón, que prefirió dividirla para gobernarla, adular al pueblo para manipularlo y exiliarse antes que enfrentar las consecuencias de su propia política.

    El 17 de octubre no es el día de la lealtad. Es el día de la obediencia ciega, de la fe mal depositada. Es la fecha en que millones se rindieron ante el encanto de un militar que prometió justicia y dejó ruina moral y económica. La verdadera lealtad no se jura ante un hombre ni ante una bandera partidaria. Se jura ante la verdad, ante la Patria y ante la dignidad de no dejarse engañar otra vez.

    Perón pidió lealtad, pero sembró desconfianza. Prometió grandeza y dejó un país que todavía se arrodilla cada 17 de octubre para venerar su propia decadencia.

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