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viernes, octubre 31, 2025
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    Diego Armando Maradona: el héroe deportivo, el desastre personal

    Diego Armando Maradona fue, sin discusión, un héroe deportivo de su tiempo. Un talento nacido en los potreros que convirtió el barro en gloria, que transformó la pelota en un instrumento de poesía y al fútbol en una religión. En México 86 alcanzó la inmortalidad: el “Gol del Siglo” ante Inglaterra y “la Mano de Dios” son capítulos grabados con fuego en la memoria argentina. Su zurda fue un milagro terrenal, una fuerza divina al servicio del juego. En el campo, Maradona no era humano; era el arte puro del movimiento, el genio que hacía del fútbol una epopeya.

    Pero fuera del campo, el mito se derrumbó bajo el peso del hombre. Diego fue una figura trágica, incapaz de sostener la estatura del ídolo. Su vida personal fue un catálogo de excesos y contradicciones. Abrazó al comunismo con fervor ingenuo, acercándose a dictadores y regímenes que devastaron pueblos enteros. Resulta grotesco ver a un hombre que conoció la gloria defender ideologías responsables del hambre y la miseria de millones. En eso, Maradona no fue un revolucionario, sino un prisionero de su propio desvarío moral.

    Su adicción a las drogas lo devoró sin piedad. Lo que empezó como una fuga se convirtió en una ruina pública. Lo vimos deteriorarse, rodeado de aduladores que lo aplaudían mientras él se consumía. No fue un ejemplo para sus hijos ni para quienes lo amaban. Fue un pobre tipo, atrapado en su propio mito, que ya no sabía quién era sin la pelota.

    Peor aún, su relación con prostitutas menores en Cuba, sus escándalos sentimentales y sus apariciones ridículas posteriores al retiro lo convirtieron en una caricatura de sí mismo. Donde antes había grandeza, quedó el eco de un hombre roto, incapaz de dignidad. Verlo en televisión balbuceando discursos, vestido con símbolos políticos y acompañado de aduladores patéticos, fue un espectáculo que manchó el recuerdo de su propia leyenda.

    No debemos olvidar al Maradona futbolista, al guerrero de la camiseta celeste y blanca, al que hizo llorar a un país entero de orgullo. Pero sería un error monumental venerar al Maradona persona. Su vida privada debe ser una advertencia, no una inspiración. Ojalá su genio deportivo siga iluminando los sueños de los jóvenes, pero que su ejemplo humano se disuelva en el olvido, como un aviso de lo que ocurre cuando el talento se divorcia del carácter.

    El héroe vivirá siempre en la cancha. El hombre, ojalá, en el silencio de la historia. Feliz cumpleaños al cielo, al gran deportista.

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