Miles de estudiantes ucranianos comenzaron el ciclo lectivo 2025 en refugios y sótanos adaptados como aulas, una estrategia para garantizar la educación presencial pese a los ataques rusos.
El 1 de septiembre, en distintas ciudades de Ucrania, miles de niños iniciaron el nuevo año escolar en espacios poco convencionales: refugios subterráneos, sótanos y estaciones de metro reconvertidos en escuelas. La medida busca protegerlos de los constantes ataques rusos y, al mismo tiempo, ofrecerles la posibilidad de estudiar de forma presencial.
En Járkov, la segunda ciudad más grande del país y uno de los principales blancos de bombardeos, más de 17.000 alumnos asisten a siete escuelas bajo tierra. El alcalde Ihor Terejov anunció que pronto se abrirán más instituciones, y recordó que incluso seis estaciones del metro ya funcionan como aulas. Algunas de estas instalaciones alcanzan hasta tres pisos de profundidad y albergan a más de 1.500 estudiantes.
Los padres valoran la iniciativa como una forma de devolver cierta normalidad a la infancia. “La escuela está tres pisos bajo tierra, y nos dijeron que es la más profunda de Járkov. Por eso creo que es segura”, expresó Anastasia Pochergina, madre de una alumna de primer grado. Aunque admitió que no espera una paz plena en el corto plazo, destacó la importancia de que su hija pueda volver a clases físicas.
En la región norte de Sumy, el pueblo de Bobryk también adaptó un sótano de un edificio administrativo para que los niños retomen las clases presenciales. Allí, los espacios fueron renovados con ventilación, electricidad y pisos nuevos. Sin ventanas ni puertas, las aulas fueron separadas por láminas de plástico, y el inicio del ciclo se celebró con la tradicional vyshyvanka y ramos de flores entregados a los docentes.
“Debemos hacer todo para que esta generación no se pierda. El tiempo es lo único que no se puede recuperar”, señaló Oleksii Korenivskyi, director de la escuela de Bobryk.
En total, estas escuelas subterráneas simbolizan el esfuerzo de familias, autoridades y docentes por sostener la educación en medio de una guerra que, tras más de tres años, sigue sin mostrar señales de llegar a su fin.