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viernes, diciembre 5, 2025
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    La pesadilla de Carlitos: cuento para las infancias

    El relato que se podrá leer a continuación fue incluido en una antología de cuentos para niños y adolescentes llamada «Las Emociones Difíciles Vol. II», la cual fue editada por la editorial Niña Pez, con local en Capital Federal. Con envíos a todo el país, el libro puede conseguirse por impresión bajo demanda y, si se está en el exterior, a través de Amazon KDP en el link de acá. Que disfruten del cuento.

    LA PESADILLA DE CARLITOS

    Mientras transcurría la madrugada y todos dormían, el pequeño Carlos, quien tenía cinco años de edad, se despertó muy alterado.

    —¡Papáaa! ¡Mamáaa! —gritó llorando.

    Fue su papá quien acudió en su auxilio.

    —¿Qué te pasa Carlitos?

    —¡Tuve un sueño muy feo!

    Papá se sentó a su lado en la cama, preocupado, no dudó en abrazarlo.

    —Tranquilo hijito, ya pasó. ¿Qué soñaste?

    –Que un horrible monstruo me perseguía para comerme—le contó Carlitos, que no podía dejar de llorar.

    —Las pesadillas dan mucho miedo. Tranquilo hijo, ya pasó. Sólo fue un sueño. Son cosas normales.

    Sus palabras calmaron a Carlitos.

    —¿Estás mejor hijo?

    —Sí papi.

    —Perfecto. Andá a dormir, Carlitos, que es muy tarde.

    Antes de retirarse, papá lo tapó con las sábanas y le dio un beso en la frente. «Buenas noches», se dijeron.

    Sin embargo, Carlitos no cerró los ojos. En la pared, vio una silueta horrible, similar a un monstruo. Muy asustado, se metió debajo de las sábanas pensando que, de esa manera, el monstruo no lo encontraría. Cuando salió de su escondite, la silueta se había esfumado. Asustado por los cohetes, se levantó temblando como una hoja a ver qué pasaba y, cuando quiso poner un pie en el suelo, pisó algo. Bajó la mirada y levantó lo que había pisado.

    —Mi dinosaurio—dijo aliviado.

    Carlitos no volvió a la cama. Sintió miedo al estar sólo en su habitación, así que decidió irse a dormir a la cama de papá y mamá. Entró y despertó a ambos.

    «¿Qué pasa?»  preguntaron sus papás.

    —Es que… no quiero dormir en mi habitación, quiero dormir acá, con ustedes.

    —Hijo, ya sos grande, tenés que dormir en tu cama como todo niño mayor—recordó mamá.

    —¡No quiero mamá!

    —Todos necesitamos dormir, Carlitos. Si no dormís, mañana vas a tener mucho sueño.

    Mamá le extendió su mano para acompañarlo de regreso a su habitación. Cuando lo arropaba con las sábanas, el pequeño le dijo:

    —Mamá, quiero un vaso de agua.

    —Está bien, ahora te lo traigo—respondió impaciente

    Carlitos quería que su mamá le leyera un cuento, así que fue a buscar uno a la repisa. En ese momento, mamá entró con el agua.

    —Acá está el agua, mi amor.

    Después de beber unos cuantos sorbos, Carlitos le mostró el cuento.

    —¿Me leés este cuento, mami? —preguntó poniendo ojitos de perrito.

    —Carlitos, es muy tarde para cuentos—le dijo bostezando.

    —¡Uno solo, porfa!

    —Hijo, es muy tarde—repitió cansada—. Es hora de dormir, no de leer.

    —Pero mami, no tengo sueño.

    Sin poder evitarlo Carlitos lanzó un bostezo muy grande.

    —¿Ves? Sí tenés sueño. Y yo también—dijo mamá que parecía haberse contagiado del bostezo de Carlitos.

    Una vez más, intentó dormirse de todas las maneras posibles, pese a sus esfuerzos no podía. Dio vueltas y vueltas en la cama, pero no encontraba una posición cómoda. Estaba tan inquieto, como si le faltara algo.

    Estaba seguro de que dormiría mucho mejor con mamá y papá. ¡Claro! ¡Eso era! Decidió meterse debajo de las sábanas para no despertarlos. Como se movían mucho, se posicionó hacia el lado opuesto de la almohada, con los pies apuntando hacia ella. Una patada despertó a papá.

    —¡Carlos! ¿Qué hacés acá de nuevo? —preguntó papá, visiblemente molesto. Su grito despertó, por extensión, a mamá.

    —Perdón, es que… quiero dormir con ustedes. No me gusta mi cama.

    —No entramos los tres en la cama —explicó, rezongando, su padre—. Vamos, a tu cama hijo.

    «Qué mocoso molesto» fueron las palabras que retumbaron en el cerebro de mamá luego de que papá se lo lleve.

    Cuando volvían, el pequeño sintió necesidad de ir al baño. Mientras lo esperaba en el pasillo, papá apretó los ojos y bostezó. Su padre lo estaba dejando en la cama, así que Carlitos apresuró a decir:

    —No tengo sueño papá. ¿Podemos jugar a algo?

    —Mirá afuera, Carlitos —respondió —¿Qué ves?

    —Está oscuro. No veo nada.

    —¡Exacto! Todas las luces están apagadas porque todo el mundo está durmiendo. Mirá hijito, sé que tuviste una pesadilla, pero ya pasó. No vas a soñar de nuevo lo mismo —aseguró mirándolo con ternura.

    —Pero ¿y si tengo otra pesadilla distinta? —preguntó su hijo, sintiendo la sombra del monstruo como si estuviera siguiéndolo.

    Su papá bostezó por enésima vez. Para tranquilizarlo, se le ocurrió una idea.

    –¡Ya sé! Dame tu almohada.

    Papá dio vuelta la almohada de Carlos y le dio muchísimos besos, a la almohada, y luego a Carlos. Tantos besos le dio a la almohada, que la dejó toda aplastada.

    —¡Listo! Di vuelta tu almohada del lado de los sueños buenos y la dejé toda calentita con los besos de mis labios. Si tenés una pesadilla, te estaré besando las mejillas para tranquilizarte, hijito.

    Carlitos se calmó y, por fin, pudo dormir.

     

    Emiliano Mezzabotta

    Ig: @acaemilianomezzabotta

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