Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, y efectivamente es así. El mundo era mejor antes.
Y no me refiero a la época de las cavernas, tiempos en donde el hombre primitivo tenía que salir de la cueva para cazar y luchar contra bestias salvajes soportando climas hostiles para sobrevivir. No.
Me retrotraigo dos o tres décadas atrás, donde no había Internet ni redes sociales y no había demasiados estímulos generadores de dopamina.
Lo que abunda pierde valor y lo que escasea se desea en exceso. Contenidos para todos los gustos, opciones múltiples para elegir pareja, muchísimas personas que nos demandan reunirse.
Tomar decisiones hoy es lo más tortuoso para el ser humano.
Hace dos o tres décadas, las opciones no abundaban. Conocías a una potencial pareja y seguro terminabas casándote y teniendo hijos, tu trabajo te permitía progresar, no había mucho lugar para el sobrepensamiento, para conseguir las cosas estabas obligado a salir de la comodidad de tu casa. Los medios de entretenimiento no abundaban.
Hoy las posibilidades son tantas, que no sabés qué carajo hacer de tu vida, nos la pasamos comparándonos y envidiando a los demás por redes, estamos más sólos que nunca, y nos venden que tenemos que estar haciendo cosas todo el día sin parar, de lo contrario fracasaremos.
Exponemos hasta lo que no tenemos en las redes porque sin las redes no existimos, pero estamos super incómodos con nuestro cuerpo por no tener el cuerpo ideal.
Sentimos culpa por decir que no a muchas cosas, por estar cansados, por no ganar un buen sueldo. Como consecuencia, nos enojamos con nuestro entorno y los culpamos de todos estos problemas, además de no poder organizarnos y ordenar prioridades, lo cual nos sigue generando culpa y duda.
En un mundo donde la tecnología ha hecho avances extraordinarios, la humanidad parece completamente estancada.
Emiliano Mezzabotta
Instagram: @acaemilianomezzabotta











