I. El primer martes después del primer lunes de noviembre -en esta ocasión el 5 de ese mes- se dirime el futuro de los Estados Unidos y, por qué no decirlo, el futuro de más de medio mundo. Demócratas versus republicanos; liberales contra conservadores; progresistas contra ???? y ahí hay un casillero para llenar con alguna palabra que al lector se le ocurra y que encuadre adecuadamente al sector que lidera Donald Trump. ¿Será regresistas (como neologismo) o populistas de derecha?. La suerte no está echada. Nunca en los últimos sesenta años de los Estados Unidos una elección fue tan reñida como la que se nos presenta dentro de cincuenta días.
Las encuestas, a las que son tan proclives los americanos del norte y quizás de ellos las hayamos heredado en nuestros últimos tiempos en Argentina, más allá de sus notorios fracasos -también en estos últimos tiempos- y también en nuestro país, muestra un sinuoso camino a la Casa Blanca que, al redactar esta nota favorece muy ligeramente a la candidata demócrata Kamala Harris. Solo 4/5 puntos de ventaja sobre quien ya fuera presidente y hoy busca el retorno al salón oval, Donald Trump.
Pensemos en las encuestas publicadas este domingo por destacados medios de aquel país. Sus sondeos son de los mejores de Harris hasta la fecha y, sin embargo, la candidata demócrata solo tiene una ventaja de 4 y 5 puntos, respectivamente. La mayor ventaja de la candidatura demócrata en las encuestas de 2016 y 2020 era al menos el doble de la que tiene ahora Harris. Esto coincide con lo que hemos visto durante todo el año: ninguno de los candidatos ha sido capaz de abrir una ventaja de 5 puntos o más en los sondeos nacionales. Esto incluye el periodo en que el presidente Joe Biden era el probable y luego el presunto candidato demócrata. Cargo al que debió renunciar presionado por su propia tropa por cuestiones de edad y salud que le afectaban de distinto modo su accionar durante la campaña y la eventualidad de poner en juego la política de Estados Unidos en uno de los momentos cruciales de su existencia, incluida la crisis de los misiles, desde la Segunda Guerra Mundial.
II. Las elecciones en USA no son como las nuestras o, quizás mejor, digamos que las nuestras a partir de la reforma constitucional de 1994. Hoy, en Argentina las elecciones presidenciales son directas mediante voto al candidato y después se cuentan los sufragios, con distintos resultados que pueden a conducir a nuevo procesos electorales (ballotage). El elector, como queda dicho vota al candidato.
En USA desde siempre -y de ahí la adopción de nuestra Constitución antes de la reforma citada- la elección es indirecta. Es decir el ciudadano vota a un elector que reunido junto a sus 537 pares votan, a su vez, por los candidatos que aspiran, al menos, a obtener 270 electorales que necesitarán como mínimo para alcanzar la presidencia de la Nación. Por supuesto que hay distinta forma de elegir según los estados pero ya no viene al caso delinear tan minuciosamente la circunstancia.
La razón más importante por la que estas elecciones son tan reñidas es que no se trata de unas elecciones nacionales. En su lugar, es una carrera hacia 270 votos electorales a través del Colegio Electoral. Es probable que Trump esté en mejor posición en el Colegio Electoral que en el voto popular debido a su coalición (es decir, los votantes blancos sin titulación universitaria están sobrerrepresentados en los principales estados disputados). Una estimación de un distinguido periodista político -Nate Silver- sugiere que Harris necesitaría ganar el voto popular por más de 3 puntos para ser considerada clara favorita en el Colegio Electoral. Aún no lo es.
De hecho, ni Harris ni Trump tienen una gran ventaja si nos fijamos en los datos a nivel estatal. Según la clasificación actual de CNN, Harris parte con 225 votos electorales frente a los 219 de Trump.
III. Independientemente de quién gane en los estados dudosos, podríamos esperar un tiempo a que el estado plateado cuente sus papeletas. Y considerando el tiempo que ha llevado en anteriores elecciones reñidas, podríamos esperar días con la presidencia en la balanza. Como aquellos 37 que se esperó en Santa Fe, en 1995, para conocer al ganador de las elecciones locales.
La conclusión es que la contienda presidencial de este año está tan reñida como podría estarlo. Un pequeño cambio en cualquier dirección podría marcar la diferencia. Diferencia en USA. Diferencia para Occidente. Diferencia para el mundo entre lo que podría ser un período de paz y progreso o un tercer enfrentamiento bélico global.
